PREFACIO


Los sueños... volátiles e intangibles aliados del afán del hombre por concebir el sentido de la vida que le lleva... Medio del corazón y del alma para rozar la esencia de aquello que, engendrado en nuestro espíritu, nos llama a dar forma en el plano físico a todo cuanto evocamos y sentimos en el mundo de las ideas. Forma arcaica de todos nuestros deseos, de todos nuestros anhelos, de todos nuestros miedos; luz primordial y rutilante del camino que nos ha sido asignado, inherente a nuestra naturaleza., y que tímida se nos muestra.


La sombra... lóbregos resquicios del alma aún por desvelar; formas vivas y cambiantes que con su hálito vaporoso y exiguo extienden sobre el momento presente la confusa e inescrutable gravedad de la incertidumbre del mañana. Denso entramado de negrura que es el limbo entre la nada y el sueño; y en el que hemos de hundir nuestras ilusiones y esperanzas armadas con la voluntad desafiante de nuestro espíritu, que habrá de abrirles paso en la espesura, con el fin de dar matices corpóreos al ansia infatigable de nuestros corazones, cuyos únicos lazos con la realidad son los líquidos pinceles del pensamiento.



Los escombros de la memoria...
afluencia líquida y misteriosa que se vierte de los sueños que largo tiempo atrás soñamos para retornar sobre nosotros; y que con el empuje ciego y embravecido de una fuerza que durante largos años aletargada, pero latente e inagotable, ha acatado dócil su confinamiento aguardando el momento de renacer, se abre paso sobre las cosas mundanas que la relegaron al olvido, con el estallido voraz de la incontenible esencia del ser humano, para recordarnos lo que en verdad somos, y a lo que en verdad estamos destinados.